martes, 30 de octubre de 2012

Día de los Muertos


Elena Bossi
Jujuy

Mesa de Almitas, en Jujuy: los difuntos vienen de noche, bajan por la escalerita de pan, y se
comen el olorcito de losalimentos. Al día siguiente, amigos y vecinos (vivos) pasan por la
casa y son convidados a comer de la mesa. Pero antes, como corresponde, se le da de comer
a Pachamamama.
La mayoría de ustedes sabe que en Jujuy, el dos de noviembre, el día de los muertos es muy importante. Poco interesa que el almanaque señale ese día en rojo o que se decrete o no el feriado, es probable que la gente no vaya a trabajar porque sus muertos los esperan. Es una sola vez al año y no está bien no cumplir con ellos. Ni el gobierno, ni el patrón pueden interferir con este compromiso íntimo y profundo que involucra a todas las clases sociales, a todas las razas, a todas las edades.
 
La gente exorciza a la muerte de muchas maneras a través del mundo: desde los antiguos celtas, cuya fiesta de muertos, -adoptada y comercializada por los norteamericanos-, nos sigue resultando ajena como dice Eddie; hasta los festejos mexicanos están mucho más emparentados con los nuestros. 

 
En México, el día de muertos, los vivos deben dar la bienvenida a las almas con ofrendas florales, comidas, velas e incienso, calaveras de dulce y de papel.

 
En mi provincia ocurre algo parecido la noche del 1º de noviembre. En las casas se ha organizado una mesa con panes a modo de ofrenda: son panes que tienen la forma de aquellas cosas que los muertos queridos amaban en vida, también se han preparado las comidas y bebidas preferidas. Se deja la mesa puesta y todos se van a dormir para que las almas vengan y puedan sentirse a sus anchas, comer y beber a gusto sin que nadie las espante –si los muertos asustan a los vivos, al parecer esto vale también al contrario-. 

 
Al día siguiente, el dos de noviembre, continúan los festejos en el cementerio.

 
Aunque vivo en el campo, en un lugar muy tranquilo, ese día tengo la casa rodeada de autos, la gente viene al cementerio vecino desde la mañana con comidas y bebidas: compartirán este almuerzo con sus seres queridos, esos que ya no están. Pondrán molinetes y flores de papel de colores en las tumbas y van a tener una especie de picnic. En la puerta del cementerio se amontonan los vendedores ambulantes: pochoclo, hilos de azúcar rosada, manzanas acarameladas, golosinas, helados, muñecas, bollos. En la ciudad la fiesta es un poco más seria y contenida, pero en otros lugares de la Quebrada, se canta y se baila también. Ese día los muertos tienen permiso hasta medianoche.

 
Las familias se acomodan alrededor de las tumbas, se sientan en el pasto o en sus sillitas, abren las gaseosas, los paquetes de papas fritas, conversan, acomodan las flores, embellecen el pequeño perímetro de tierra, van y vienen con baldes de agua.

 
En Santiago del Estero llevan velas al cementerio por la noche y encienden luces en todas las tumbas. Debe de ser un espectáculo conmovedor.

 
Es una pena, en un día así, no ser creyente. Sería un gran alivio pensar que tus seres queridos están en alguna parte y todavía pueden verte o escucharte y disfrutar de algo, aunque sea un poco. Me encantaría bailar con mi papá.

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