martes, 19 de febrero de 2013

Criar un niño: el Amazonas, la Villa y el Country



CUIDADOS
Marcela Espadero

Mãe e filho no primeiro banho da manhã no rio Xingu. Foto: Ulysses Fagundes-Neto
Iracema vive en la selva del Amazonas. Tuvo su primer hijo y sabe como cuidarlo. Lo hará como todas las madres de su tribu. La cuna se hace con las hojas más grandes de esta planta y las picaduras de los bichos se curan con las hojas de aquella otra. Hay que sacarle los piojos y amamantarlo. Cuando empiece a caminar, hay que cuidar que no se acerque al río ni toque el fuego. Necesita que lo refresquen con agua y dormir. Iracema está cerca de él y no está sola. Todas las mujeres de su tribu la acompañan.

Sabrina vive en la Villa Itatí. Tuvo su primer hijo y sabe como cuidarlo. Aprendió cuidando a sus hermanos más chicos. El bebé duerme en la cama con ella, en la casilla que comparte con su familia y su pareja. La tos y los mocos se curan con antibióticos, pero en el puesto sanitario de la villa se acabaron y Sabrina no puede comprarlos. Hay que amamantarlo pero ella tiene poca leche. Cuando empiece a caminar, hay que cuidarlo de que no se acerque al basural ni a al arroyo contaminado. Su hijo necesita aire fresco, las chapas de la casilla hierven, él no puede dormir y llora. Sabrina está sola. Su madre trabaja todo el día y su pareja también. Ella está cerca de su hijo, pero sabe que con eso no alcanza.

Valeria vive en la ciudad de Buenos Aires. Tuvo su primer hijo y no sabe como cuidarlo. Duda entre seguir los consejos de su madre, los de su amiga, los del curso de pre parto o los de la lista que le dieron en la clínica. De lo que sí está segura, es que a partir de ahora, ella y su marido trabajarán mucho para darle a su hijo lo mejor. Aunque no sabe en quién delegar la tarea de cuidarlo. Puede ser la abuela, tal vez lo mande a una guardería, o contratará a una niñera para que lo cuide en su casa. Hay que amamantarlo, pero su hermana mayor crió a su hijo con mamadera y creció lo mas bien, así que después de los tres meses verá que resuelve. Hay que cuidarlo de todas las personas en la calle, porque ahora se roban a los chicos, así que lo mejor será que esté en casa y salir a pasear con el auto a un lugar seguro. Aunque la vida al aire libre es muy sana, así que Valeria piensa en la posibilidad de un country. Cuando se enferme, con la cantidad de remedios que fabrican los laboratorios, alguno lo curará. El pediatra sabrá y la prepaga pagará. El bebé dormirá en su dormitorio donde ya instalaron el aire acondicionado y la estufa de tiro balanceado. Sin embargo Valeria no sabe si es mejor abrir las ventanas para que se ventile, o si como le dijo el vendedor de electrodomésticos, los aparatos que compró reciclan el aire y las ventanas quedan fuera de juego. Hablando de juego, Valeria piensa jugar con su hijo cuando llegue del trabajo, porque escuchó que es más importante la calidad que la cantidad de tiempo que una pasa con él. Pero no está segura si va a tener ganas de jugar cuando llegue del trabajo, así que decide que lo mandará a la guardería que ofrece estimulación temprana, así ella se ocupa de bañarlo y darle de comer. Pero se acuerda de que la intervención del padre es muy importante para los chicos, con lo cual Pablo tiene que ocuparse de jugar. Hace 24 horas que nació su hijo, y Valeria ya programó casi un año entero. Mientras tanto no logra encontrar una posición cómoda para sostenerlo mientras lo amamanta. Valeria está sola, invadida por demasiadas opciones para cuidarlo. Ella no sabe que sabe.

Este texto es del libro de narraciones breves, de la autora, En mi lavadero, la mancha de birome no sale.


El libro está agotado, pero esperamos tener una segunda edición próximamente.

Del mismo libro, ya hemos publicado también
Quilmes y el río - una historia de ribereños y cabecitas rubias:
El vino de la casa

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